Por: Jassmin Espitia
Estudiante de undécimo grado I.E.D. Instituto Técnico de Comercio Barranquilla
Ahora bien, la fe es la garantía de lo que se espera, la certeza de lo que no se ve.
Hebreos 11:1
Con ocasión de las fechas de Semana Santa, hemos traído (¿o atraído?) al lector este tema que muy seguramente despierta diversidad de opiniones.
Existen dos tipos de fe: La natural que es la que va del hombre hacia las cosas tangibles y la espiritual, orientada hacia aquello que no podemos siquiera ver, misma que colocamos en nuestro Dios
Iniciemos diciendo que existen dos tipos de fe: La natural que es la que va del hombre hacia las cosas tangibles y la espiritual, orientada hacia aquello que no podemos siquiera ver, misma que colocamos en nuestro Dios.
Muchos dejan irresponsablemente su éxito, prosperidad o armonía personal a la suerte, basándose en los favores milagrosos que la fe que profesan a su Dios, pueda regalarles.
Centrándonos en la fe espiritual, bien podemos decir que es un término que motiva fuertes convicciones en aquellos que la profesan quienes, en ocasiones, dejan irresponsablemente su éxito, prosperidad o armonía personal a la suerte, basándose en los favores milagrosos que la fe que profesan a su Dios, pueda regalarles.
A través de la fe se está siempre a la espera de que aquello que se anhela se realizará, aun cuando no haya certeza en ello, más que la fe misma que profesas.
La mayoría de las personas que creen fielmente en Dios, colocan su fe en Él. Muchas veces ponen en sus manos las próximas actividades que realizarán, entre otras cosas.
La paciencia es una de las virtudes que deben poseer aquellas personas que aplican la fe, teniendo inamovible creencia de que su Dios escuchará su pedido y lo hará realidad cuando Él intuya que es tiempo.
La fe abarca muchos aspectos pero, especialmente, implica el hecho de tener la voluntad de creer y confiar en algo que no se ve. A través de la fe se está siempre a la espera de que aquello que se anhela se realizará, aun cuando no haya certeza en ello, más que la fe misma que le profesas.
La paciencia es una de las virtudes que deben poseer aquellas personas que aplican la fe, teniendo inamovible creencia de que su Dios escuchará su pedido y lo hará realidad cuando Él intuya que es tiempo. No en vano los creyentes afirman que jamás debes apresurar aquellas acciones que has puesto en manos de Dios, teniendo en cuenta siempre pedir de acuerdo con la voluntad que este posee.
Sin embargo podría existir un problema cuando en lugar de pedir cosas que están determinadas por la voluntad de Dios, se le hacen peticiones que no están “en sus manos” por completo.
Es común escuchar la frase: “Si Dios quiere”. En realidad no tiene nada de malo, ya que es utilizada mayormente para pequeñas proclamaciones como lo son: “Nos vemos mañana, si Dios quiere”. Haciendo referencia a que sea Dios quien le permita un día más de vida.
Dios realmente no puede ayudarte si tú no te ayudas a ti mismo.
Sin embargo podría existir un problema cuando en lugar de pedir cosas que están determinadas por la voluntad de Dios, se le hacen peticiones que no están “en sus manos” por completo. Por ejemplo, al decir: “Con el favor de Dios conseguiré un trabajo”, y después de hacer aquella petición no haces nada por conseguir lo que deseas. En este caso, se está dejando la “responsabilidad” por completo a Dios, quien realmente no puede ayudarte si tú no te ayudas a ti mismo.
Existe un límite hasta el que debemos aplicar la fe, sin embargo, las personas muchas veces exceden aquel límite y es por ello que llegan a perder la fe misma.
En conclusión, si bien es bueno tener fe, ya que con ella tenemos la esperanza que necesitamos en momentos difíciles; no es bueno dejar totalmente en manos de la fe aquellas cosas que necesitamos conseguir. Existe un límite hasta el que debemos aplicar la fe, sin embargo, las personas muchas veces exceden aquel límite y es por ello que llegan a perder la fe misma.
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