Por: María Camila Payán
Estudiante de Noveno Grado en la I.E.D. Instituto Técnico de Comercio Barranquilla
"Me llena de rabia que tú, mi padre, me digas que tengo menores capacidades que otras personas y me lo reiteres casi diario. ¿Qué necesidad hay de que me insultes de esa manera?
No encuentro lógica en tu razón y me llena de dolor el que sólo me señales mis errores, sacándomelos en cara, sin notar que hay en mi, más virtudes que defectos. Te dedicas a recalcar constantemente esos fallos y carencias que tengo como persona, pero cuando te cuento algo bueno, te propones hacerme sentir mal bajándome de ese sentimiento de alegría que corre por dentro de mí, para llenarme de ira con tus lacerantes comentarios. Y lo peor es que sé que eres capaz de detectar las virtudes en un individuo, pues cuando otra persona consigue un logro, te apuras en resaltarlo, con la sórdida intención de compararme con ese otro ser; asegurando lapidariamente, que él es mejor que yo.
Toda esa actitud tuya, me irrita y me hace sentir inferior pero, el sentimiento que aflora en mi con mayor intensidad es la decepción. Una profunda decepción de saber que mi padre piensa que soy menos que los demás. Lo más doloroso es que, para demostrarte respeto -y no darte otra razón para juzgarme- elijo el silencio, opto por no decir nada, pues no quiero más problemas contigo: padre. Me duele callar, no expresar mi desazón aumenta mi sufrimiento y así, con cada crítica destructiva, toca a mi puerta el rencor, un horrible monstruo al que he logrado cerrarle -hasta ahora- las puertas de mi corazón".
Estas fueron las dolorosas pero verdaderas palabras de una de las estudiantes, al expresar su rabia y dolor hacia los comentarios de su padre y aunque parezca increíble, en el mundo hay millones de casos como este. Son padres o familiares que se encargan de destruir la autoestima de sus hijos comparándolos con otros y diciendo que los demás son mejores que ellos. Estas actitudes y comentarios causan un daño enorme en los jóvenes, que en un futuro podrían convertirse en resentimiento. Sin temor a equivocarnos, creámoslo o no, eso es lo peor que le puede hacer un padre a un hijo.
En Colombia hay más de 41.500 padres que ofenden a sus hijos con comentarios agresivos
Todos somos diferentes y no hay necesidad de igualar al otro o seguir comparándolo, ya que todos tenemos nuestras virtudes y damos lo que podemos a medida que vamos creciendo, por lo que resulta injusto que sean, nuestros propios padres, quienes nos hagan sentir mal por no ser lo que ellos quieren o por no cumplir sus ideales.
Pero, la pregunta sería: ¿Por qué los padres ofenden de esa manera a sus hijos?
Verdaderamente hay muchas razones. Las más comunes son la sobre exigencia de los padres hacia los hijos, pero también este trato nace de traumas en la niñez del ahora adulto. Sucede que, buscando lo mejor para sus hijos, pretenden que el joven sobresalga en todo, pretenden, que alcancen los estándares que ellos no pudieron.
Estos comentarios nos afectan mucho a los jóvenes, porque estamos pasando por una etapa complicada y llena de emociones, por lo que no es conveniente que los adultos y las personas que más queremos nos ofendan y nos insulten así. En ocasiones, esos tratos no vienen solo de nuestros padres, sino que a veces también de nuestros profesores, o de conocidos que admiramos y apreciamos demasiado.
Estos comentarios pueden causar varios tipos de emociones y pensamientos que no suelen ser muy positivos. Aparecen entonces las depresiones y daños irreversibles en los jóvenes, y aunque muchos adultos se escudan en decir las famosas frases “es una crítica constructiva”, “te lo digo para que mejores”, “es una bobada” y “la verdad duele, pero fortalece”, lo cierto es que estas afirmaciones nos hieren y afectan profundamente.
La verdad es que muchos adultos no leerán este artículo. LA verdad es que muchos de ellos tal vez, jamás van a cambiar. Por eso ahora me dirijo a nosotros los jóvenes y les digo: reconfortémonos con la frase: "Que tu resistencia siga y no pare a mitad de camino."
Hagamos un gran esfuerzo, si es necesario busquemos ayuda profesional y, sobre todo, jamás permitamos que el monstruo del rencor se anide en nuestros corazones pues, un día seremos adultos y quien sabe, tal vez también padres y madres, momento en el cual tendremos la oportunidad de escribir una nueva historia.
Comments